En los últimos años, las abejas polinizadoras se han visto gravemente perjudicadas por la pérdida de biodiversidad, la escasez de alimentos, el uso de pesticidas y el cambio climático, que está causando cambios en los patrones de las temperaturas y las precipitaciones.

Las políticas agrícolas guiadas por el incremento del rendimiento de la producción mediante el uso de agroquímicos tóxicos han llevado al ecosistema al borde del colapso. Nuestra diversidad biológica que mantiene a flote nuestro sistema alimentario está desapareciendo y poniendo en peligro el futuro de la producción de alimentos, de la salud y del medioambiente.

Cada vez desaparecen más abejas, mariposas y otros insectos de los paisajes europeos y las aves -antes tan comunes- cada vez se oyen menos en el mundo rural. Los ríos están siendo contaminados y tanto el medio ambiente como la ciudadanía son continuamente expuestos a un cóctel venenoso de plaguicidas sintéticos.

La polinización de las abejas es un proceso natural de los ecosistemas terrestres, tanto naturales como gestionados por el hombre, y es vital para la agricultura y la producción de frutos y semillas. Este proceso requiere que las abejas silvestres adquieran polen y néctar durante todo el año, por lo que es importante que puedan acceder a plantas autóctonas que les permitan obtenerlo.

Muchos agricultores ya han decidido proteger y repoblar esta familia de insectos tan importante para la restauración de los ecosistemas naturales, instalando nidos y puntos de agua para atraer a las abejas polinizadoras alrededor de sus plantaciones autóctonas. Así lo ha hecho Moom Premium Fruits, entidad colaboradora con el proyecto Innograna, para el cultivo de sus granadas.

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